Un rey fue un día a visitar al gran místico sufí Farid. Inclinándose ante él le ofreció un regalo de gran valor, un objeto
de rara belleza: unas tijeras de oro con diamantes incrustados. Farid tomó las tijeras, las contempló
y se las devolvió al donante diciéndole:
-Gracias, señor, por este regalo tan preciado. El objeto es magnífico, pero no tengo en qué usarlo. Dame mejor una aguja. No tengo nada que hacer con unas tijeras.
-No comprendo nada, dijo el rey. Si necesitas una
aguja, ¡también necesitarás unas tijeras!
- No -explicó Farid-, las tijeras cortan y separan. No las necesito. Una aguja, por el contrario,
vuelve a coser lo que estaba roto. Mi enseñanza está fundada sobre el amor, la
unión, la comunión. Necesito una aguja para restablecer la unidad. Las tijeras
rompen y distancian. Tráeme una aguja ordinaria cuando vengas a verme.
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