Francisco Picio, nacido en Alhendín (Granada), fue condenado a muerte por
razones desconocidas y ya en la capilla recibió el indulto. Tal fue su reacción
que se le cayó el pelo, las cejas y le
salieron tumores por toda la cara, causando una visión espantosa. Cuenta la
leyenda que el párroco que fue a darle la extrema unción, ató el crucifijo a la
punta de un palo para no acercarse a ese rostro tan espantoso
.
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